PARABOLA DE JESUS

OS OCUPÁIS EN LEER DE PRISA CAMBIANDO O INTERPRETANDO A VUESTRO GUSTO LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS, COMO UN INTERESANTE PASATIEMPO, DECÍS VOSOTROS CON UNA INCONSCIENCIA DIGNA DE LASTIMA Y DE PERDÓN, COMO TODAS VUESTRAS INCONSCIENCIAS; LEÉIS MAL LA PRIMERA VEZ Y PEOR LA SEGUNDA VEZ; Y SI OS CREÉIS ESTUDIOSOS O ANALÍTICOS.

BUSCÁIS OTROS LIBROS DE LOS HOMBRES, libros que Me bajan, que Me suben, que nuevamente Me traen de Herodes a Pilatos, de negadores a tímidos, pero, de todo lo grande, de todo lo sublime que os enseñé, de todo lo sencillo y a vuestro alcance, nada aprendéis, nada sentís, nada hacéis.

Todos Me seguís juzgando. Unos Me hacéis Dios, otros Hermano; unos Me llamáis Divino y otros Humano; los de allá Me creéis Hijo de Dios y los de acá hijo de José; los de la diestra Me juzgáis Profeta y los de la siniestra agitador; los de adelante Me llaman Iluminado y los de atrás endiablado; no faltan los que Me nombran Genio ni los que Me dicen loco, hechicero, neurótico, etc., etc. Y así van Mis parvulitos Amados buscando y rebuscando palabrillas huecas y desorientadoras para intitularme con un nuevo INRI, como el del gobernador Pilatos, (1) Mi tímido Amado.

Todos pensáis de Mí; en todo lo de Jesús tratáis de entrometeros osadamente menos en Mí: “Amaos los unos a los otros”. “A Mí amaos los unos a los otros” le tenéis miedo, no le queréis sentir ni poner en plena acción por temor a que os despedacen o se burlen vuestros hermanos.

En verdad os digo, que si Yo hubiera tenido miedo a la cuesta del Calvario y a la Cruz, todavía estaríais esperando al Mesías anunciado por vuestros viejos Médiums que llamáis Profetas. Mis parvulitos analíticos o críticos son Mis Bien amados que haciendo a un lado el Amor, se entregan a sus gramáticas, o sus teologías y a sus retóricas, más, lo que quieren para Mi eso encuentran para ellos, multiplicado, dicho está. Esa es tu ley, la humana.

Esos quieren aprisionarme en un libro; quieren encontrar a Jesús dentro de lo que es racional, dicen, más, pobrecitos, son ellos los que terminan  siendo los prisioneros de sus propias e irracionales marañas teologales. Vuestras teologías son las pseudo-ciencias más innecesarias que tenéis, Mis hijos, porque jamás, como humanos, podéis saber nada de Dios, y, por eso os digo que esos analíticos se pierden aprisionados dentro de su propia paja enmarañada.

Y así como esos que se creen doctos directores de Dios, así van casi todos: Complicando lo simple, dificultando lo fácil, engrandeciendo lo pequeño, achicando lo grande, mas, Yo os bendigo, Oh doctores sin doctrina; Yo os bendigo, Oh, religiosos sin Amor; Yo os bendigo a todos, Oh, Mis pequeños muy amados, porque no sabéis lo que hacéis…

Escucha la parábola; mucho bien te hará:

PARABOLA

Doctrinando Me encontraba un día. Un grupo de hombres y mujeres, de jóvenes y de niños ante Mi estaba. Venid conmigo, seguidme, les dije, y terminé Mi Cátedra. Los niños, llenos de júbilo corrieron hacia Mí. ……………Los jóvenes y los adultos Me dijeron atropelladamente: ——–Tengo que cuidar mí hacienda, Maestro, pero dame más para dar mucho más a los pobres………. -Yo tengo enfermos, Señor, cúramelos para dejarlos sanos y seguirte sin preocupaciones. ———-Yo tengo hijos y mujer, deudas que pagar y compromisos sociales que cumplir; ayúdame y te prometo seguirte más tarde. ———Yo he luchado mucho para lograr un ahorro que todavía no me alcanza para agrandar mis negocios y asegurarles una educación y un buen porvenir a mis hijos; te pido me ayudes, Señor, a nadie hago mal y tan pronto como esté libre de preocupaciones estaré Contigo. -Yo sirvo al Cesar y me harían burla mis amigos si dejo los honores y las riquezas de mi rango, pero ayúdame a conquistar un cargo más alto y grandes caridades haré. -Yo doy todo lo que puedo, Maestro, pero sufro, no tengo aún bastante, tengo padres ancianos y mujer que me causa celos; si los dejo los perdería; no permitas mi deshonra. -Yo soy joven, Señor, tengo deseos de gozar, de divertirme, de educarme, pero no tengo dinero como otros jóvenes para vestirme bien y codearme con mis compañeros; ayúdame. -Yo estoy pobre, enfermo y triste; socórreme y sáname por tu bondad. -Yo tengo hambre, no tengo trabajo y en mi hogar no hay pan; dame, Señor, por caridad, y daré testimonio de tus milagros y misericordia. -Yo tengo que velar por los míos, porque mis enemigos tienen envidia de mis riquezas, pero doy a los pobres; ayúdame a vencer a mis enemigos y seré luego contigo.

Y así, Yo escuché aquel tropel de quejas y de pedidos. Les pregunté: ¿Qué más Me decís y qué más Me pedís? ¡Oh, Señor, tanto tenemos que pedirte!, pero Tú todo lo puedes; mira nuestros pensamientos y concédenos lo que te pedimos, por favor, Maestro.       

Esperad, dije, y Me dirigí a Mis florecitas vírgenes y puras en materia, a los pequeñitos.

Y vosotros, niños, ¿qué tenéis que decirme? Nada Me respondieron raudos y alegres.

¿Y qué queréis que os de, Mis pequeños? Nada, dijeron felices y sonriendo. Me acerqué, a uno que enfermo estaba y le pregunto: ¿Estás enfermito? Sí, me dijo. ¿Y qué quieres? Nada, respondió débilmente. Lo sané y sonrió dándome en su sonrisa todo un mundo de cosas que los hombres no saben entender, porque se han olvidado de las cosas blancas de Mi padre. ¿Y tú por qué lloras, niño? Porque me pegó mi mamá. ¿Por qué? Porque cuando te hablaban yo reía y jugaba. Recogí sus lágrimas y lo dejé contento. He ahí todo, dije a los grandes, y seguí Mi camino, mas, ninguno entendió y Me gritaron asombrados: Señor, Señor, dinos algo, concédenos algo de lo que te pedimos pues no te hemos entendido.

Volví a ellos.

 Los niños Me miraban y sonreían como saben mirar y sonreír los niños.

 Los grandes, aturdidos, también sonreían, pero sin expresión alguna, vacíos de dádivas perfumadas del Alma. Eran risas de grandes, de enfermos, de histéricos si queréis, como decís vosotros los médicos. Dije a los niños: Id a jugar, y, como avecillas, se fueron saltando y cantando, porque sabed que los gritos de alegría de los niños son en las melodías celestiales, más cantos que las óperas de vuestros genios. Contemplé serenamente y sin hablar al grupo de mayores. -Señor, dinos algo; estamos esperando de tu Omnipotencia dádivas de tu Amor para irnos a nuestras casas como nuestros pequeños, saltando gozosos. Les dije: si los niños siendo débiles y faltándoles todo lo que vosotros queréis, nada Me piden, ¿por qué vosotros Me pedís tanto? Pronto Me respondieron: Pero, Señor, es que ellos son pequeñitos y no saben de los deberes de los grandes ni de las necesidades de la vida. Volví a repetirles la Esencia de Mi Cátedra y agregué: En Verdad os digo que sois vosotros los que no sabéis de los deberes de los verdaderos grandes ni de las necesidades de la verdadera Vida a pesar de que en Mi Enseñanza os he dado toda esa sabiduría. Os di mi lección y os llamé, mas, nada Me habéis querido dar ni nadie ha querido seguirme porque el mundo y la materialidad os llaman. A excepción de los niños, ninguno de vosotros correspondió a Mi dulzura y os habéis acercado sólo para pedirme hasta uno de los colmos de vuestra ceguera espiritual: “Que os ayude a hacerles mal a vuestros hermanos que llamáis enemigos”. Yo no os pregunté de vuestras pequeñas necesidades porque las conozco desde antes de que Me las digáis, y puesto que así lo habéis reconocido cuando Me dijisteis que Yo todo lo sé, ¿por qué, entonces, Me las exponéis a gritos? ¿Creéis que por el mucho hablarme váis a tener más de lo que os merecéis? Yo os he dicho que vuestras necesidades y sufrimientos en este mundo los habéis creado vosotros, no Dios. Empero, si Me hubierais seguido, todo habríase arreglado y os habría colmado de mercedes porque vuestra confianza en Mi Amor, vuestra radiante esperanza en Mí: os habría dado a vosotros y a los vuestros, más de lo que esperábais.

Os llamé para demostraros vuestra sordera, vuestra dureza y lo irrazonables que sois; así aprenderéis mejor la leccioncilla de hoy. En Verdad os digo que sin daros todo lo que Me pedís os estoy dando más de lo que creéis, y más de lo que podáis entender. ¿Por qué pedís al Cielo si amáis al mundo? ¿Por qué clamáis al Cristo si os agradan las cosas que no son del Amor de Dios? ¿No habéis visto que no pidió salud el niño enfermo y se la di? ¿No habéis visto que el chiquitín golpeado, sin rencor se fue cantando? Su madre le pegó porque reía y jugaba; él alborozaba porque no entendía de vuestros laberintos terrestres. ¿Qué querríais que hiciera? ¿Qué Me pidiera monedas, placeres y vanos honores como Me pedís vosotros?

 Ellos no saben todavía de vuestros artificios.

SED COMO ELLOS, DIAFANOS, HUMILDES, RESIGNADOS, LIMPIOS. Ved que a cada momento los humilláis y los golpeáis y ellos olvidan, os sonríen y os Aman. Vosotros creéis que los niños nada tienen, mas, de cierto os digo que lo tienen todo, porque llevan en sus corazoncitos la Inmaculada Potencia de Amor Divino. Por eso los Aman y les dan sus padres y todos, no porque son pequeños ni porque son sus hijos. Si nacieran feroces, venenosos y perversos como más tarde los hacéis vosotros, en Verdad os digo que ni sus padres los Amarían ni les darían nada; los matarían al nacer. Sed como ellos, apacibles, tiernos, inocentes.

Ellos no tienen suspicacias ni negros pensamientos. Ignoran el mal. Ellos tienen todas las virtudes necesarias para ser felices. Todavía no han sido envueltos, por los que dicen que saben, con los obscuros velos de la vanidad, del orgullo, del odio, de los celos, de la ambición, de los vicios, y, por eso no tienen ni amarguras ni desesperación.

De cierto te digo; Humanidad, que entrarán las Almas de las fieras a los dúctiles y gratos reinos que les corresponden antes que un Espíritu de vosotros, con residuos de esas tinieblas, penetre a lo que le toca en los bellos designios de la Inteligencia Suprema.

 ¿Queréis todo eso que Me pedís? Bien; id y buscadlo en el mundo, allí lo encontraréis porque en todas partes os auxilio, pero no seréis felices hasta que vengáis a Mí como vienen los niños: serenos, limpios, grandes. No seréis dichosos hasta que vengáis a Mi firmes, decididos, sin condiciones de interés personal ni con doble o torva intención. Y se fueron todos. Me dejaron solo. Empero, iban meditando; iban sosteniendo intensas luchas interiores porque la Verdad del Cristo los había tocado. Más tarde Me siguieron, porque cuando el Amor de Dios toca el corazón del hombre que ha colmado la medida que le da la santa justicia a su libre voluntad, aquel hombre vuelve a entrar a los caminos que Dios le tiene reservados.

 Así vosotros, Mis pueblos del mundo de hoy: Tomad y meditad esta lección en su enseñanza clara y sencilla que di al grupo de la parábola, mas, como Yo sé que tampoco la entendéis en su más elevada interpretación espiritual, más adelante la explicaré para vosotros los del siglo veinte de la era que mal llamáis Cristiana, porque vuestra era es, mas no Mía.

 Yo no tengo eras, ya lo sabéis, soy Eterno. Empero, si así lo entendéis mejor y os agrada más velad y Amad para que seáis de ella.

Quedad en paz, Yo os Bendigo.